Enemigos congelados.

Cuando era pequeña mi madre me enseñó que si alguien quería hacerme daño lo metiese en el congelador. El ritual era sencillo y efectivo, apuntar su nombre en un pequeño papel y meterlo en el congelador sin contemplaciones. No sé qué base científica tiene este ejercicio contra tus enemigos, pero siempre me ha resultado de un gran alivio saber que yo podía hacer algo para defenderme, alejado de la violencia y la venganza. La venganza es muy cansina.
Porque vamos a ver ¿quién quiere a sus enemigos cerca? ¿Para qué alargar una batalla durante siglos? Los que no nos quieren no nos quieren, si pecan de ser vengativos mejor ponerlos al lado de las espinacas y olvidarnos del asunto.
Quien dice espinacas, dice ensaladilla rusa congelada, pero a mí la ensaladilla rusa congelada me da asquito.
Mis enemigos se encuentran al lado de las espinacas.

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